Hace poco fui al médico para mi revisión anual. Todos sabemos cómo van esas cosas; no son precisamente divertidas.

Para esa tarde, el médico ya habría visto como 12 mujeres antes de mí. Al entrar en el consultorio, me dijo: “Bueno, Sra. Katz, ¿ha podido salir de su casa de vez en cuando?” ¡Esa no era exactamente la pregunta o comentario que yo esperaba! Le conté en tono tranquilo que el día anterior había vuelto de Washington (Distrito de Columbia), la última semana había viajado a Houston, la semana anterior a Irlanda del Norte, ¡y muchos otros lugares por el estilo!

Aquel encuentro me hizo pensar que probablemente en todos los empleos que requieren interacción con la gente, se desarrollan clichés o frases estandarizadas y rutinarias que se usan durante el día en tareas regulares, y que forman parte del trabajo. Uno de mis nietos que trabajó durante algún tiempo en su supermercado local me recordó esto al quejarse porque decía tal vez mil veces al día: “¿Encontró todo lo que buscaba?” y me dijo que para la vigésima vez, ¡realmente ya no le importaba!

Mientras visito y observo a maestros de niños pequeños en programas de muchos tipos diferentes en todo el país, siempre me produce consternación la frecuencia con que pasean por el aula diciendo a los niños cosas como “Excelente”, “Buen trabajo”, “Sigue adelante”, “Eso te va bien” y otras cosas por el estilo.

Otros clichés del empleo son instrucciones que se dan a los niños, como: “Necesitas quedarte sentado”, “Necesitas volverte”, “Necesitas escuchar” y cosas así. Pero las necesidades de los niños no son relevantes en tales situaciones; el maestro intenta comunicar su deseo de que el niño se porte de cierta manera. Sería más franco y significativo, además de realista y claro, decir algo como: “Quédate sentado por favor” o “Vuélvete por favor” y luego seguir adelante con el tema verdaderamente importante que se estaba tratando en ese momento.

Me preocupa que pocos contactos entre maestros y niños sean lo que llamamos interacciones continuas. La evidencia reciente sugiere que tales interacciones relacionadas a un tema de interés, continuas y significativas, desde los primeros meses de vida hasta los cinco o seis años de edad estimulan un desarrollo neurológico muy importante que debe completarse aproximadamente a los 6 años.

Por lo tanto, como maestros de niños pequeños, aprovechemos ocasionalmente la oportunidad de recordarnos que los niños necesitan consejos informativos con un significado auténtico; no tienen que ocurrir cada cinco minutos, sino cuando surja la ocasión apropiada y en contextos que puedan provocar intercambios continuos que llamamos conversaciones. A veces un interlocutor simplemente asiente con la cabeza o sonríe mientras la secuencia continúa. Pero queda claro para todos los participantes lo que los demás quieren decir. Al realizar tales interacciones intencionadas, tal vez tengamos que reducir la cantidad total de interacción a fin de permitir respuestas más genuinas e informativas en vez de clichés.

Así pues, tengamos presente que las frases frecuentes y vacías pueden ser simplemente un riesgo de nuestra profesión, y estemos atentos a ello.

Lilian Katz Lilian Katz

Lilian G. Katz, profesora jubilada de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, ha sido una líder en el ámbito internacional de la educación infantil. Ha presentado discursos en todos los 50 Estados de los EE. UU. y 43 países. También es la autora de más de 150 publicaciones que tratan temas de la educación de niños pequeños, la formación docente, el desarrollo infantil y la labor de padres y madres.

(Biografía actualizada en 2019)

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