Se toman decisiones constantemente al instruir a niños pequeños. Algunas decisiones son sencillas y casi inconscientes:

  • “¿Es ahora el mejor momento de salir afuera, o va a llover a los pocos minutos?”
  • “¿Debería yo dejar que estas dos niñas resuelvan su riña por su cuenta o debería intervenir ahora?”
  • “¿Debo dejar que Jake termine su pintura, o debo decirle que venga al grupo ahora mismo y que la termine más tarde?”

Y hay muchas más de esta naturaleza.

Muchas de las decisiones de un maestro se toman basándose en las rutinas y el horario normal de actividades, los cuales requieren muy poco o nada de análisis y reflexión. Para dar clases a un grupo bullicioso de niños preescolares, se requiere algo de rutina; porque sin ella, la maestra correría el riesgo de la “parálisis por análisis”. En cambio, muchas decisiones son complejas y tienen variadas implicaciones para ciertos niños individuales además de otros dentro de un grupo. En estos casos puede ser necesario dedicar tiempo a algo de reflexión y un análisis más profundo.

Gran parte del conjunto creciente de literatura sobre la formación docente y el desarrollo profesional trata de cuestiones relacionadas al conocimiento y las destrezas que los maestros suelen necesitar. Por ejemplo, en una publicación reciente, Neuman y Kamil (2010) notan la conciencia aumentada sobre las posibles ventajas que la educación infantil les ofrece a los niños; pero señalan también que es preciso realizar esfuerzos “por adelantar la calidad de la educación infantil mejorando el conocimiento y las habilidades de los educadores” (pág. xix).

No obstante, con frecuencia es bastante difícil escoger una estrategia a utilizar. Las normas del desarrollo, como la gama normal de edades para dominar ciertas destrezas (por ej., el aprender a caminar o a hablar) son útiles para hacer planes y para informar al personal sobre posibles casos especiales que necesitan de una asistencia particular.

Se me ocurre el ejemplo de una niña de 4 años que había asistido durante varios meses a una clase preescolar y no había hablado nunca mientras estaba allí. Sin embargo, sus padres dejaban claro que en casa y mientras jugaba con niños del barrio, hablaba muy normalmente para una niña de su edad. Cuando la maestra de la niña me contó el problema, le pregunté: —¿Qué han tratado de hacer hasta ahora? —Me contestó: —Cuando reparto las meriendas cada mañana, le digo que no puede tomar la merienda a menos que la pida con palabras o que no pueda jugar con cierto juguete hasta que lo pida. Esta estrategia se había utilizado sin éxito durante varios meses. (Y a propósito, se basa en la teoría de aprendizaje social, que enfatiza el poder de las recompensas positivas para producir el comportamiento deseado). Di entonces a la maestra la sugerencia de decir algo como: “Sé que no quieres decirme nada ahora. Está bien. Pero cuando te sientas lista para hablar, estaré allá”. A menos de una semana la niña interactuaba verbalmente tanto como sus compañeros de clase. La presión constante de los adultos para que hablara parecía motivarla a ponerse terca y persistir en la resistencia. Cuando la maestra le ofreció la iniciativa, la niña se relajó y empezó a participar muy naturalmente en las actividades que sucedían a sus alrededores.

Los niños pequeños tienen control sobre muy poco: comer, hablar y unas pocas otras cosas básicas. En realidad, algunos niños ejercerán su control de maneras muy parecidas a la de la niña descrita más arriba. La respuesta que sugerí a la maestra no se fundamentaba tanto en el conocimiento de las normas del desarrollo ni en conceptos teóricos de las etapas del desarrollo, sino en la perspicacia sobre las complejidades de las reacciones de los niños ante los contextos en que funcionan y viven.

En los salones de clases, la perspicacia (para el maestro, al menos) implica juntar lo que se sabe acerca de los niños en general, con otros elementos de la situación. A mi parecer, la perspicacia viene de conectar, a un nivel profundo, el conocimiento general sobre la infancia (por ej., las normas y las etapas). También incluye lo que sabemos acerca del niño individual además de conocerlo bien; y formar hipótesis sobre lo que otras personas involucradas en cierto dilema, o afectadas por ello, podrían aprender de sus observaciones y su participación en la situación.

Para ayudar a maestros a reflexionar sobre estrategias eficaces para resolver los dilemas que encuentran, se les ofrece capacitación en que se consideran estudios de casos, además de interacciones con instructores o mentores que les transmiten perspicacia más que sencillamente el conocimiento, habilidades o técnicas. Algunas formas de perspicacia también pueden sugerir la utilidad de ciertas estrategias o técnicas en particular.

La perspicacia puede considerarse el entendimiento profundo de fenómenos complejos que toma en cuenta una gama de posibles causas, efectos e implicaciones de reacciones potenciales. Las reacciones con perspicacia son las que toman en consideración los efectos posibles de las acciones de uno en los individuos que participan directamente en la situación dificultosa. También se puede tomar nota de los efectos posibles en personas que participan indirectamente o que no más observan los eventos. La perspicacia también implica considerar—aunque probablemente no conscientemente—los efectos a corto plazo de una reacción potencial a los eventos, además de los efectos en los procesos de largo plazo del desarrollo humano.

Lilian Katz Lilian Katz

Lilian G. Katz, profesora jubilada de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, ha sido una líder en el ámbito internacional de la educación infantil. Ha presentado discursos en todos los 50 Estados de los EE. UU. y 43 países. También es la autora de más de 150 publicaciones que tratan temas de la educación de niños pequeños, la formación docente, el desarrollo infantil y la labor de padres y madres.

(Biografía actualizada en 2019)

Referencia

  • Neuman, S. B., & Kamil, M. L. (Eds.). (2010). Preparing teachers for the early childhood classroom: Proven models and key principles. Baltimore: Paul H. Brookes.

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